Inocencia
Profesora, mañana no vengo a la escuela porque llega la cigüeña a mi casa. Las conozco desde el nacimiento de mis ocho hermanitos. Cuando viene, vuela hasta la casita donde vivimos, arriba en las montañas de Medellín. Mamá la espera en la cama y nosotros nos quedamos calladitos hasta que aterriza en el techo. La cigüeña toca la puerta, papá abre y con un palo le da en la cabeza. La cocinamos en una olla. Luego esperamos que papá embarace de nuevo a mamá para comernos otra.
*Cuento finalista en el concurso de relatos cortos Medellín en 100 palabras-2018
Ocaso
Medellín amaneció sin la luz del cielo. Los relojes marcaban las horas en la penumbra mientras las lámparas continuaban encendidas. Los habitantes sin embargo, sentían mucha paz y pensaron que había vuelto el edén a la tierra: no sentían hambre, ni había necesidad de trabajar.
Subieron al Cerro Pan de Azúcar porque había un niño que tenía la mano alzada desde la noche anterior. La luz reapareció poco a poco a medida que bajaba el brazo. Los habitantes regresaron a sus labores, a la vez que lo regañaban para que no volviera a tapar el sol con el dedo.
Silencio
«Agua, sal y limón», escuchó en coro. Luego contó los golpes del lazo en el pavimento desde su cama: veintidós. Raquel la que más aguantaba sin perder había brincado cincuenta.
Seis campanadas sonaron en la iglesia de La Consolata. Sabía eso porque las de Lourdes repicaban por altoparlante. Después escuchó el trinar de las golondrinas y a la mamá que decía: « ¡Silencio, respeten el dolor ajeno!». Él le gritó mientras se cobijaba las piernas delgadas y retorcidas: «No los eches de la cuadra mamá, que sigue mi turno para brincar».
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Laterales Magazine
Ivoox – Al Aire
Libro relatos cortos Medellín en 100 palabras-2018